Hace algunas semanas en la comarca andina circula un folleto
que invita a boicotear la presencia de turistas israelíes en la zona. Firma un
supuesto Comité de Solidaridad con Palestina sin aclarar que personas u
organizaciones componen este espacio.
Se argumenta para dicha campaña, denominada Boicot, Desinversión y Sanciones contra la
entidad sionista, los hechos horrorosos que llevó a cabo el Estado de
Israel a través de su ejército recientemente en la franja de Gaza y que tuvo
como resultado, entre innumerables calamidades personales, familiares, sociales
y culturales, la muerte de más de 2000 civiles, la destrucción de viviendas,
escuelas y hospitales en un contexto de tal desproporción militar que cuesta
llamarlo enfrentamiento y asume la forma de un genocidio impune y abalado por
los EEUU.
Cuesta creer, lo digo con total sinceridad, que alguien
considere estar haciendo un bien a la causa palestina o provocando algún
inconveniente al gobierno de Israel con campañas de este tipo. Trasladar a la
totalidad de un pueblo o una nación la culpabilidad sobre los crímenes
cometidos por su Estado es de una brutalidad inadmisible. No es posible
siquiera generar un debate a partir de esa idea. Por debajo de cierto nivel de discusión
no se es de izquierda ni de derecha, sólo se es ignorante.
Pero la ignorancia no es inofensiva. Un prestador turístico
de origen israelí de la localidad de Lago Puelo lo confirma. Dueño de un Hostel
que alberga a jóvenes y familias principalmente provenientes de Israel pero
también de Argentina y otros países, sufrió un atentado incendiario que destruyó
parte del establecimiento, atemorizó a su familia y nos obliga, como comunidad,
a reflexionar sobre una conducta que nos implica.
Sólo para demostrar, por si hace falta, lo absurdo de la
campaña promovida en contra de turistas judíos, me interesa resaltar las
consecuencias de sus fundamentos. Si toda persona que pertenece a una nación
cuyo Estado perpetra un genocidio merece la expulsión de la comarca, ¿Cómo
debemos actuar con los/as turistas estadunidenses que proceden de un país cuyo
ejército es el más grande del planeta y el que mayor daño a generado a la
humanidad en los últimos tiempos? ¿Cuántos turistas franceses o ingleses vamos
a tolerar conociendo las atrocidades de la OTAN? ¿Cómo convivir con los turcos
que se cargaron 1 millón y medio de armenios un siglo atrás y su Estado aún no
lo reconoce? ¿Debemos permitir el ingreso de ciudadanos de Ruanda a pesar de la
eliminación sistemática de 800 mil Tutsis en 1994? Y el turismo alemán, ¿Nos
puede dejar tranquilos? Y por último (porque la lista llevaría largas páginas) ¿Qué
hacemos nosotros y nuestra conciencia aquí? El Estado argentino cometió no uno
sino dos genocidios en menos de 150 años. Primero contra los pueblos
originarios y luego contra jóvenes, trabajadores, y la sociedad toda. ¿No
deberíamos auto-expulsarnos y dejar en paz estas tierras? Espero haber sido
claro.
Asumimos primero la necesidad de que todas las personas y
los gobiernos preocupados por los valores humanistas, la autodeterminación de
los pueblos y los principios democráticos de justicia e igualdad, debemos
condenar y repudiar las acciones militares llevadas a cabo por Israel en contra
de los habitantes de la franja de Gaza y del pueblo Palestino en general.
También es preciso determinar todas las acciones que pueden impulsarse para
evitar la reiteración de este tipo de hechos por parte de Israel así como de
cualquier otro Estado.
Podemos, como ciudadanos y ciudadanas de América Latina,
estar orgullosos de nuestras pacíficas fronteras y de las declaraciones
sostenidas por casi la totalidad de los mandatarios de nuestros países en
contra de la agresión y el genocidio en Gaza. Evo Morales, Dilma Rousseff, Pepe
Mujica, Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Nicolás Maduro, Rafael
Correa, entre otros/as se manifestaron enérgicamente con relación a este tema,
en algunos casos llamando a consulta al embajador de Israel (Chile), denominando
genocidio a los hechos (Bolivia) y posicionándose claramente en una propuesta
de diálogo para la solución del conflicto, la necesidad de reconocer la
existencia de dos Estados, y la imperiosa investigación por parte de Naciones
Unidas para sancionar todo crimen cometido por el Estado de Israel.
Sólo las nefastas consecuencias esta campaña promovida en la
comarca andina motivaron estas palabras. El llamado es a asumir la responsabilidad
en cada escuela, encada puesto de trabajo, en cada mesa familiar, de analizar
el mundo en que vivimos, la necesidad de una ética intercultural que enriquezca
nuestra identidad a partir de la convivencia con las otras identidades. La
necesidad de respetarnos respetando al otro y no disminuir nuestra humanidad entregándonos
a la violencia y el odio.
Martín Costa
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